Es común decir que lo que no se puede medir no se puede manejar. Bueno, pues visto de una forma más bien amplia, podemos medir la Tierra -cada metro cuadrado, al menos de lo que sobresale del mar-, y sabemos que es finita. Con todo, la trayectoria dominante de desarrollo hasta la fecha nos muestra que, fuera de algunas notables excepciones, la mayor parte de los humanos tenemos dificultades para manejar el territorio. También tratamos a los océanos como si fueran inagotables.
Sin embargo, la forma en que entendemos nuestra relación con el mar y la tierra podría ser un punto de inflexión para nuestra civilización y también determinaría la suerte de todas las demás criaturas del planeta. El mundo sufre una degradación masiva de ecosistemas y un declive y una tasa de extinción de la vida silvestre sin precedentes, todo ello acompañado de un cambio climático que se nos va de las manos.
Los gobiernos y las empresas tienen ahora la oportunidad de dar un paso crítico y colectivo para frenar este declive: acordar la protección de al menos el 30% del mundo en mar y tierra. Esta oportunidad está por llegar: 193 gobiernos se reunirán en Kunmig, China, a comienzos del 2021 para adoptar nuevos objetivos globales de biodiversidad. El conjunto de metas globales para frenar la pérdida de biodiversidad y restaurar los ecosistemas, conocidos como las Metas de Aichi, caduca el año que viene.
Biodiversidad: Naturaleza con otro nombre
ExploraSi se adopta en 2021, este nuevo marco servirá como la hoja de ruta para la conservación de especies y hábitats, además de actualizar las metas de conservación y uso sostenible de los recursos naturales de los países. El nuevo marco también debería alinearse mejor con las Metas de Desarrollo Sostenible, dando relevancia al papel de la naturaleza en la salud y el bienestar humanos.
En la actualidad, los objetivos sobre áreas naturales protegidas para la conservación de la biodiversidad son de 17% para la tierra y del 10% para los océanos, y el mundo está llegando muy cerca de lograr la meta terrestre. ¿Cómo se vería ese 30%? En primer lugar, hay que tener claro que cualquier meta de protección no es una excusa para sobreexplotar y destruir lo que está fuera de las áreas protegidas. Ya hemos invadido demasiado a la naturaleza y debemos reducir los impactos de la producción y del consumo donde se pueda.
No existe material científico que defina un umbral universal de la proporción del planeta que necesita ser protegida -no hay un punto mágico, en otras palabras, a partir del cuál el planeta entra en una zona segura. Mientras más protección, mejor, sin duda -en eso todos estamos de acuerdo. Junto con eso, un manejo cuidadoso, basado en evidencia científica, igualitario y participativo debe ser nuestra guía y nuestro principio. Necesitamos proteger lo mejor y mejorar lo demás.
Para lograr lo más posible con una meta del “30 por 30”, aquí van ocho puntos clave:
La representavividad es crucial. En TNC creemos que la representatividad es clave. En su forma más simple, la “representatividad” implica que debemos proteger un poco de todo. El concepto de representatividad tiene invariablemente un enfoque de hábitat, pero también lo puede tener por especie. Nuestros científicos han desarrollado nuevas herramientas de medición para saber qué tan representativo es un sistema de áreas protegidas. No sirve de nada llegar a la meta del 30% simplemente conservando rocas desnudas y hielo. Más bien, debemos buscar que se conserve el 30% de cada tipo de habitat y seguir mejorando la superficie, calidad, representatividad y resiliencia de los hábitats naturales y seminaturales hasta que se reduzcan las tasas de extinción a niveles como los esperables de situaciones naturales. Eso llevará tiempo, y aplica tanto para la tierra como para los mares.
También nos importa la resiliencia, que significa que hay sitios que se verán menos dañados y se recuperarán más rápido de los impactos esperados. Algunos lugares tienen más probabilidades de ser más resilientes que otros ante amenazas como el cambio climático o los disturbios, y necesitamos incluirlos.
Debemos restaurar la tierra. Podríamos preguntar con toda lógica dónde es más necesaria la restauración. Casi una tercera parte de las ecorregiones terrestres presentan alguna escasez de tierras en condiciones adecuadas para llegar a la meta actual del 17% de la superficie terrestre bajo protección, tanto más a una meta del 30%. Estas ecorregiones con falta de tierra apta a ser restauradas abarcan los siete reinos biogeográficos, doce biomas y 114 países. Unos dos millones de kilómetros cuadrados (un área más o menos equivalente a un cuarto de Estados Unidos o de China) deben ser restaurados, lo que pone de relieve que las políticas de conservación deben reducir la degradación humana actual ahí donde la restauración será importante. En la práctica, esto significa que todas las metas futuras de conservación deben incluir restricciones sobre la conversión de los hábitats que quedan, junto con la expansión de las áreas protegidas.
Hay múltiples arreglos de gobernanza efectivos para la protección, y todos son necesarios. Hay quien escuchan del trabajo de TNC para proteger las tierras y océanos o que piensa sobre la protección en el contexto de los objetivos anteriores y piensa que hablamos del establecimiento de áreas protegidas formales, manejadas por el gobierno, incluidas en la lista de UICN. De hecho, podrían incluirse también áreas protegidas privadas y medidas de conservación, además de bosques que son aprovechados en forma sostenible y con impactos reducidos, o áreas marinas con pesca artesanal sostenible. La evidencia científica nos muestra que los pueblos indígenas y las comunidades locales son muy a menudo más efectivos en la conservación que las dependencias de áreas naturales protegidas financiadas por los gobiernos. Las tierras y aguas bajo jurisdiccion y manejadas por comunidades indígenas deberían ser reconocidas y apoyadas por su papel en lograr estas metas. Más aún, debería exigirse un consentimiento previo, libre e informado de las áreas propuestas a ser incluidas para alcanzar las metas.
5. Las áreas prístinas ofrecen enormes beneficios en términos de captura de carbono, resiliencia y protección de especies. Muchas de las áreas prístinas que aun quedan en el planeta yacen en territorios indígenas (legales o por legalizarse). Sostenemos que mantener la integridad de estos territorios intactos es una prioridad urgente para los esfuerzos actuales de conservación y deberían ser un componente central de las estrategias ambientales globales y nacionales, junto con los esfuerzos actuales dirigidos a detener la pérdida adicional de hábitats y la restauración.
6. Deberíamos poner más dinero en el manejo efectivo de las áreas protegidas existentes. Un área protegida que ha perdido la mayor parte de sus grandes mamíferos, aves y árboles por actividades ilegales no puede contribuir plenamente a la reducción de las tasas de extinción. La humanidad va muy retrasada en términos de nuestras inversiones en manejo de áreas protegidas, y los únicos lugares en los que la expansión de áreas protegidas podría tener mayor prioridad que el manejo de las mismas es en países que se quedan muy lejos de las metas actuales al respecto.
7. Las “ganancias netas” en todos los tipos de hábitats son importantes aún si conservamos 30% antes de 2030. Como no sabemos si el 30% de cada hábitat será verdaderamente suficiente, también debemos manejar el resto de la superficie (es decir, el otro 70%) de forma tal que se aumente la extensión y mejoren las condiciones de todos los hábitats. Para que ello sea posible es esencial mejorar el manejo de la agricultura sostenible, las pesquerías y reducir la huella de nuestras actividades energéticas e industriales.
8. Transformar nuestra visión de la naturaleza e integrar una visión del mundo que contemple nuestra interdependencia con la naturaleza en la economía y la sociedad como un todo será fundamental.
En resumen, estamos en medio de una emergencia planetaria, con una pérdida de especies que va mil veces más rápido que las tasas de extinción que serían “naturales”. Hay demasiado de la naturaleza que ya se ha perdido o degradado. En respuesta a ello, el nuevo marco global deberá buscar detener y revertir esta pérdida haciendo que las partes se comprometan a tomar acciones que frenen las nuevas pérdidas y que incentiven la restauración y la resiliencia.
Esto significa que al menos 30% de las áreas terrestres y de aguas continentales y 30% de los mares deberán conservarse a través de sistemas de áreas naturales protegidas manejadas en forma efectiva e igualitaria, ecológicamente representativas y bien conectadas, donde más se necesitan. Las condiciones del 70% restante de las tierras y los mares también deben mejorar. De todas las plantas y los animales con los que compartimos el planeta, solo nosotros podemos elegir el camino que tomen nuestros futuros colectivos.
Recursos
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Declaración conjunta de ONGs sobre biodiversidad
Pilares de un acuerdo por la naturaleza y las personas en 2020
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Perspectivas
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