Preguntas y respuestas: ¿funciona la ficción climática?
Cómo las historias que contamos conforman el mundo que vemos.
¿Qué tienen en común «Barbie», «Misión: Imposible» y «Nyad»?
Todas estas películas de 2023 superan el Climate Reality Check (análisis de la realidad climática, enlace en inglés), un patrón narrativo que establece dos sencillos criterios:
- El cambio climático existe.
- Uno de los personajes sabe de él.
Entrevistamos al Dr. Matthew Schneider-Mayerson, encargado principal de este análisis, experto en ecocrítica empírica y profesor de inglés en el Colby College, para descubrir más sobre el Climate Reality Check y por qué las narrativas climáticas importan.
TNC: ¿Qué te llevó a interesarte por la ficción climática como foco de investigación?
Dr. Schneider-Mayerson: Siempre me ha atraído la relación existente entre el arte y los temas sociales. Crecí en la Nueva York de los años 80. En aquella época, me encantaba el uso del grafiti político como una especie de crítica pública. Era una muestra clara de cómo el arte puede influir en la forma en que la gente piensa sobre el mundo. Mientras obtenía el doctorado en Estudios Americanos en la Universidad de Minnesota, alrededor de 2013, la ficción climática empezó a ganar popularidad.
¿Qué tendencias has podido apreciar en la representación climática?
Hoy en día vemos muchas menciones del cambio climático en narrativas que no se centran en ninguna otra cuestión ambiental, lo cual tiene sentido porque cada vez se reconoce más que dicho cambio es una parte importante de la vida.
También se ha producido un retroceso en la tendencia a escribir historias climáticas admonitorias y apocalípticas. Aunque recordarle a la gente lo mal que pueden llegar a ponerse las cosas está bien, creo que modelar diferentes formas de emprender medidas colectivas también es importante y nos recuerda que el futuro siempre está por escribir.
¿Has encontrado alguna prueba de que la ficción climática pueda cambiar la perspectiva de las personas?
Colaboré en un estudio en el que investigamos precisamente esto. Descubrimos que las narrativas climáticas sí hacían que las personas se preocuparan más por el cambio climático, lo que incrementaba su percepción del riesgo y su disposición a actuar. Sin embargo, el efecto no era especialmente duradero.
Los resultados obtenidos ponen de relieve que no solo necesitamos una narrativa climática que cambie la mente de las personas, sino toda una oleada de narrativas que nos orienten en la dirección correcta.
¿Es este el motivo por el que trabajaste en el «Climate Reality Check» junto con Good Energy?
Así es. Dado que la mayoría de la gente no va a consumir grandes cantidades de contenido explícitamente centrado en el clima, es importante averiguar cómo integrar el cambio climático en cualquier historia. El Climate Reality Check no exige que todas las historias se centren en el cambio climático. En realidad, únicamente supone preguntarse si las historias que contamos representan el mundo en el que vivimos hoy en día. Tratamos de crear una prueba que estableciese este tipo de punto de partida, siendo al mismo tiempo flexible e inspiradora desde el punto de vista creativo.
En mi opinión, el Climate Reality Check es algo que podría calar entre la gente. Es posible que se rían de ello, pero luego van a casa, consumen cierto contenido y se dan cuenta... «Vaya, en este programa que llevo viendo una semana, el cambio climático no existe. Se desarrolla en un universo de fantasía». Y luego, lo que hacen con esa percepción, ese descubrimiento, ya sea transmitiéndoselo a otra persona o compartiéndolo en las redes sociales, depende de cada persona.
¿Podemos hablar de clima?
El simple hecho de mantener conversación sobre el cambio climático es una de las principales formas de marcar la diferencia.
Eres profesor e investigador. ¿Qué efecto tienen los estudiantes en tu perspectiva sobre las investigaciones que realizas y sobre el cambio climático en general?
En la actualidad, el nivel de concienciación y preocupación de los estudiantes es muy diferente al de hace diez o incluso cinco años. Los estudiantes que acuden hoy en día a mis clases nacieron en esta crisis, mientras que las personas de mi edad o más tal vez esperamos que las cosas vuelvan a ser como antes o recordamos «tiempos pasados».
Solía impartir una clase de activismo ambiental basada en proyectos en la Universidad Nacional de Yale en Singapur, y uno de mis grupos estudiantiles inició la primera campaña de desinversión de todo el sudeste asiático. Esta campaña sigue en marcha, y varios de esos estudiantes terminaron ayudando a formar uno de los principales grupos de activismo climático de Singapur: el SG Climate Rally. Ver cómo los estudiantes emplean aquello de lo que hablamos como fundamento para hacer cosas que yo nunca podría haber imaginado es realmente inspirador.
Cuando pierdo la esperanza, me recuerdo que ese es un lujo que no me puedo permitir, ya que mis estudiantes tienen todo el futuro por delante. Y por muy mal que vayan las cosas, la cantidad de jóvenes que están gravemente preocupados por la crisis climática y comprometidos a formar parte del movimiento para abordarla es increíble.