Vista por debajo y por encima de la superficie de un iceberg en la Antártida
Australia Occidental Vista por debajo y por encima de la superficie de un iceberg en la Antártida © Florian Ledoux/TNC Photo Contest 2019

Perspectivas

El reporte del IPCC sobre los océanos y la criósfera: tres grandes cosas a saber

¿Qué hay en el último reporte climático de la ONU, y por qué hay que leerlo?

El hielo que se derrite y el océano que aumenta su nivel son quizá los impactos icónicos del cambio climático, pero estos y otros cambios que ocurren en el océano y en la criósfera -las partes de la superficie terrestre cubiertas de hielo- son más complejos y mucho más severos de lo que suele aceptarse.

Por esta razón, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) publicó su reporte más reciente, el Informe especial sobre el océano y la criósfera en un clima cambiante. El informe surge de una petición sin precedentes por parte de gobiernos nacionales preocupados por la falta de datos e información sobre los efectos del clima en los océanos y el hielo sobre la tierra y en el agua.

El océano ha absorbido más del 90 por ciento del exceso de calor en el sistema climático desde 1970, según el reporte, y esto ha tenido consecuencias. Los ecosistemas marinos han quedado sustancialmente alterados por el calentamiento, la acidificación y la desoxigenación. Sin que se tomen pasos inmediatos para mitigar el calentamiento por venir y por proteger las zonas marinas y los entornos congelados, enfrentamos varias dinámicas en las que el colapso climático y la degradación de los océanos y de los ecosistemas dependientes del hielo se retroalimentarán.

El informe llega en plena Semana del Clima en Nueva York, y si bien la Cumbre de la ONU ya pasó, el informe sin duda influirá en las conversaciones que siguen en pie entre los actores internacionales. Aquí recogemos tres temas clave subrayados por el reporte. 

Veremos retos sobre alimentación y agua

Los impactos climáticos muchas veces se manifiestan primero, y en forma más severa, a través del agua. El aumento en los niveles del mar puede provocar la intrusión de agua salada tanto en el suelo como en fuentes superficiales de agua dulce, lo que supone una amenaza particularmente para las islas pequeñas y los acuíferos de baja profundidad. Los glaciares se derriten con rapidez, y eso implica que el agua escaseará en comunidades de áreas a gran altitud lo mismo que en las que están a menor altitud pero dependen de ríos que se alimentan de los glaciares.

La escasez de agua se traduce muchas veces en escasez de alimentos, y la intrusión de agua salada amenaza a cultivos como el taro del que dependen muchas comunidades isleñas. Si los océanos se hacen más ácidos y más cálidos, eso altera los ecosistemas marinos y los patrones migratorios de las especies. La pérdida de hábitats, combinada con la sobrepesca, amenaza con disminuir aún más los inventarios pesqueros que alimentan a gran parte de la humanidad.

Un mejor manejo de estos inventarios pesqueros será crucial. Esto implica que debe haber cambios dentro del sector, pero para ver cambios a la escala necesaria debe haber un Tratado de Alta Mar que asegure que la mitad de nuestro planeta que está cubierta por mares profundos sea protegida y manejada en forma sustentable. La acuacultura sustentable, que requiere pocos insumos y genera pocas emisiones de gases de efecto invernadero, podría también ayudar a enfrentar los temas de seguridad alimentaria. 

Estos retos afectan a todos, pero en forma desigual

Cerca de dos mil millones de personas viven en zonas costeras poco elevadas, en regiones a gran altitud y en las regiones polares, pero todo el planeta depende de los océanos y de la criósfera. Los cambios en estos sistemas afectan el abasto de alimentos, las rutas de los barcos, las telecomunicaciones, la soberanía nacional y el clima mismo a una escala global.

Con todo, las comunidades isleñas y costeras sufrirán muchos de los primeros impactos -y los más severos- y el rápido desarrollo de estas regiones podría exacerbar esos impactos. Para 2030, la urbanización podría haber transformado 144 mil kilómetros de zonas costeras, equivalentes a una superficie mayor a la de toda Grecia. Se requiere de un desarrollo inteligente que asegure que la naturaleza y los 40 millones de residentes costeros puedan vivir bien en el futuro.

Se calcula que los peores efectos climáticos caerán directamente sobre quienes han sido históricamente marginados. Esto vale para naciones enteras -especialmente las pequeñas naciones isleñas que ya enfrentan amenazas existenciales por el aumento del nivel del mar-, pero también para segmentos poblacionales específicos dentro de ellas. En muchos lugares, las mujeres son las gestoras primarias de los recursos naturales, aún cuando enfrentan una creciente violencia en medio de los desastres naturales. Conforme el estrés climático se agrave, una planeación proactiva, incluyente, será fundamental para evitar que se multipliquen las disparidades sociales por todo el globo. 

Invertir en la naturaleza podría cambiar todo el panorama, pero debemos actuar ya

La naturaleza es la primera línea de defensa de muchas comunidades pesqueras. Los arrecifes de coral cuidan y alimentan a la biodiversidad y protegen a las costas frente a las tormentas -un arrecife coralino puede absorber hasta el 97 por ciento de la fuerza de una ola. Los manglares y otros humedales costeros ofrecen beneficios similares al tiempo que almacenan miles de millones de toneladas de carbono en sus raíces.

Sin embargo, el cambio climático y otras amenazas han reducido los humedales costeros a la mitad en los últimos cien años y han puesto en peligro los arrecifes de coral, impidiendo que brinden sus servicios de protección. Preservar el potencial que sigue ahí requiere de una acción urgente, y eso implica más financiamiento. Los mecanismos financieros innovadores pueden impulsar los ambiciosos esfuerzos de conservación necesarios para proteger más superficie del océano al preservar y manejar los recursos marinos.

Un ejemplo de estas iniciativas son los Bonos Azules de The Nature Conservancy para la conservación, que aprovechan la filantropía, la inversión de impacto y la restructura de la deuda para apoyar a las naciones costeras e isleñas conforme impulsan una economía marina más sostenible. Además de las estrategias de financiamiento como los Bonos Azules, mecanismos innovadores como el aseguramiento de los arrecifes de coral pueden ayudar a proteger y restaurar hábitats vitales para las áreas costeras.

El reloj sigue su marcha. Dado el grado de calentamiento que sabemos que alcanzará el planeta y el aumento del nivel del mar que ya está ocurriendo, es urgente que tomemos todas las medidas posibles para ayudar a las comunidades a adaptarse a las amenazas que enfrentan hoy. 

Recursos

  • Thumbnail of Playbook for Climate Action

    Manual de acción climática

    Cinco caminos para que los países y las empresas ayuden a enfrentar el cambio climático, hoy

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